lunes, 27 de octubre de 2008

LA VEJEZ Y EL ENVEJECIMIENTO

LA PERSPECTIVA DE LA SÍNTESIS EXPERIMENTAL DEL COMPORTAMIENTO


Por: Patricia Llano R.


“Los pueblos que no cuiden de sus niños no tienen derecho al futuro… Los que no cuiden de sus viejos, no tendrán derecho a la historia…”

(ALICIA SOTO SMITH, 1999)



¿Quién de nosotros no querría vivir una vida larga, saludable y activa? Si bien los países de América Latina, el Caribe y América del Norte se encuentran en diferentes etapas de desarrollo económico y social, para fines de los primeros 25 años del siglo XXI la longevidad de la población se convertirá en una realidad demográfica irrefutable. Ello representará nuevos desafíos y oportunidades de desarrollo humano.

El envejecimiento poblacional deviene como resultado de un proceso de incremento de las proporciones de personas de edad avanzada y de jóvenes en una comunidad. Ello es consecuencia de la transición demográfica, cuando disminuyen los niveles de fecundidad y se reducen algunos índices de mortalidad, lo que conduce a una prolongación de la vida humana, y por lo tanto a un elevado número de adultos mayores.

El “exitoso envejecimiento” de nuestras poblaciones dependerá de elecciones guiadas sobre la base de la experiencia y el conocimiento acumulado de la Humanidad. Estas elecciones habrán de ser de tres tipos: a) políticas por parte de los líderes gubernamentales; b) programáticas, por parte de las organizaciones de servicios humanos y de salud; y c) de estilos de vida hechas por cada uno de nosotros.

1999 fue, según las Naciones Unidas, el Año Internacional de las Personas de la Tercera Edad. Su lema “Hacia una Sociedad para todas las Edades” enmarca cinco metas principales que se proponen a la sociedad global: a) independencia; b) participación; c) atención en salud; d) autorrealización y e) dignidad.

Desde la perspectiva de la Síntesis Experimental del Comportamiento, ideada por Ardila (1993), se explican los diferentes factores que intervienen en el proceso de envejecimiento.

Este artículo se basa en el análisis que de esta perspectiva hiciera la doctora Jessica Montalvo, del Centro Caribeño de Estudios Postgraduados en 1997 (Revista Latinoamericana de Psicología (29), 3 459-473) y tiene como propósito clarificar, a la luz del postulado de las Naciones Unidas, la responsabilidad social que le compete a la civilización de los albores del siglo XXI.

Según Montalvo (1997), “un problema social existe cuando un grupo en la sociedad tiene dificultad que proviene, por lo menos en parte, de la estructura, organización o el funcionamiento de la sociedad que amenaza su homeostasis y requiere que la sociedad cambie”.

El enfoque planteado por la Síntesis Experimental del Comportamiento contempla seis factores que se relacionan entre sí y que afectan tanto el proceso de envejecimiento como la calidad de la vejez. El siguiente diagrama ilustra gráficamente esta perspectiva:

Ecología Sistema Cultural Sistema de Producción


Ecología --------------> Sistema Cultural -----------------> Sistema de Producción ---------->

Pautas de Crianza-------------> Individuo -------------->
Sistema Interindividual

Sistema Individuo Pautas de Crianza
Interindividual


Como puede observarse, el envejecimiento debe enfocarse como un proceso bio-psico-social, lo que implica que la vejez no es una edad específica, sino un estado del desarrollo de la persona que se ve afectado por variados factores de orden biológico, psicológico y social.

En ese sentido, la edad biológica está determinada tanto por la edad cronológica como por el índice de longevidad de la especie.

Desde el aspecto psicológico, la edad abarca las capacidades adaptativas del individuo a las demandas del ambiente, como memoria, aprendizaje, inteligencia, destrezas, habilidades, sentimientos, motivación y emociones. La edad funcional está muy relacionada con la psicológica y se define como el nivel de la capacidad de un individuo relativo a otros de su edad para el funcionamiento en sociedad: lo que una persona es capaz de hacer.

Desde el punto de vista social, las expectativas de la comunidad indican qué hábitos y roles se esperan para los individuos según su etapa del ciclo vital. Así, se ha fijado la edad legal para establecer los derechos y deberes de los ciudadanos.

Y, finalmente, en el espejo social, se nos presenta la edad fenomenológica, que es simplemente la autopercepción que tiene el individuo acerca de su edad: “yo AÚN soy joven”, “yo AÚN PUEDO”, o por el contrario, aquellos de: “yo YA SOY muy viejo para…”, “yo YA NO PUEDO…”, “Yo YA NO DEBO…”.

Habiendo definido el concepto de edad, veamos ahora cómo influyen los diversos componentes en el proceso de envejecimiento:

Ecología: Se relaciona con el ambiente físico, la vivienda, la comunidad, el entorno en el cual está inserta la persona, y con variables como el nivel de ingresos y el estatus social.

Lawton y Mahenow (citado por Montalvo, 1997) indican que la forma en que este componente influye en la persona que envejece, está relacionado con cuatro aspectos inherentes a la misma persona, que son: grado de competencia individual, presiones del ambiente, conducta adaptativa, respuestas afectivas y nivel de adaptación y uno más denominado presión ambiental.

En nuestros días podemos ver cómo los espacios físicos, públicos y privados, se diseñan para personas jóvenes, espacios que muchas veces ofrecen obstáculos para las personas mayores, como los escalones de los buses, las aceras sin pavimentar o invadidas por los vendedores ambulantes, los semáforos de cruce rápido, la ausencia de rampas en los accesos de edificios o de sillas en los lugares de atención al público.

Igualmente vemos que los adultos mayores muchas veces deben abandonar su casa, su barrio y hasta su ciudad, para vivir bien sea con sus hijos o en asilos. Y eso, sin mencionar cuántos son desplazados por la violencia que arrasa Colombia y llegan procedentes del campo a asimilar unas costumbres urbanas totalmente ajenas y lejanas. Pocas cosas perturban más el alma de una persona mayor que el desarraigo, con la consecuente frustración, abulia y declive emocional que implica.

Sistema Cultural: Está determinado por las instituciones, normas, valores, estatus y roles que existen más allá del individuo (Montalvo, 1997).

Si hablamos de roles sociales, surgen de inmediato los estereotipos: qué se espera de un viejo, qué de un viejo-viudo o de un viejo-abuelo. A veces envejecemos antes de tiempo, porque la sociedad nos envejece. La sociedad occidental está configurada para desechar a sus viejos, para matarlos antes de tiempo, para relegarlos al olvido o al rincón del estorbo.

Y, generalmente, nos creemos el cuento. Como somos viejos, YA NO PODEMOS, YA NO DEBEMOS, PARA QUÉ INTENTARLO, PARA QUÉ HACERLO, etc., etc. Y nos vamos muriendo lentamente, pero no de viejos…sino de abulia. ¿Cómo puede desear seguir viviendo alguien que no se siente útil, ni amado, ni valorado, ni reconocido, ni tomado en cuenta?

O, para que nadie hable o cuestione, seguimos el guión fielmente y hacemos lo que se espera que hagamos: tejemos crochet, bordamos mantelitos, dormimos la siesta, cuidamos nietos y regamos flores en el jardín, mientras procuramos no estorbar o hacernos invisibles, para que no se sientan las arrugas o no las vean.

¿Qué decir de los adultos que llegan a ser dependientes en sus últimos días? Si bien la dependencia puede ser económica, física, mental o social, siempre tiene un cariz de indignidad, de decadencia, de pérdida de libertad y autonomía. Cuando una persona mayor se vuelve dependiente y no tiene comprometida su capacidad mental, generalmente renuncia a su individualidad por temor al abandono o a la soledad.

Más aún, con horror vemos cómo en una sociedad donde la ética social está devaluada y los valores se van esfumando, la violencia intrafamiliar también encuentra objeto en los ancianos, quienes pueden ser golpeados, descuidados o incluso, abusados.

Sistema de Producción: Este componente se relaciona con la forma en que el grupo y el individuo explotan el ambiente con el fin de sobrevivir.

En una sociedad que relega a sus viejos, la supervivencia depende exclusivamente de los reglamentos gubernamentales, como la Seguridad Social, que en el caso de nuestro país, tiene una escasa cobertura.

Si se considera la creencia occidental de que una persona no es productiva después de los 50 años (hoy, inclusive se hace difícil conseguir empleo después de los 40), podemos entender cómo los recursos de supervivencia de la población mayor se dificultan porque ni siquiera se abren los canales para que una persona pueda seguir aportando a la sociedad y devengando un usufructo de ese mismo aporte.

La Sociedad Oriental ha contemplado mecanismos para que las personas de edad sigan considerándose útiles, permitiéndoles la enseñanza, la asesoría y el liderazgo de sus propias comunidades, en las cuales el respeto a la ancianidad es un valor irrefutable. Quizá en esa valoración del anciano estriba la grandeza de las culturas milenarias que hoy, en los albores de este siglo, marcan la pauta económica en el mundo, tales como Japón, Corea del Sur, Hong Kong y los demás países denominados los Siete Dragones de la Economía.

Pautas de Crianza: Cuando mencionamos los roles en los párrafos anteriores, explicamos que se basaban en las expectativas sociales. Dichas expectativas configuran los patrones de crianza que se transmiten de generación en generación a través de las tradiciones, ritos, valores y patrones de conducta que, mediante el aprendizaje social o vicario, conforman una cultura en particular.

Nuestro Mundo Occidental no enseña, sin embargo, cómo llegar a ser viejo, ni cómo envejecer. Nos enseña, mediante las pautas publicitarias, a evitar a toda costa el envejecimiento, a temerle, a castigarlo, a huirle, invirtiendo para ello todos los recursos y energías de nuestra juventud. ¡Qué ironía! Pues de todos modos, llegamos a viejos. Solamente que, cuando lo hacemos, rechazamos ese estado, nos resistimos, y como estado condenado del desarrollo humano, obviamente no podemos generar ninguna gratificación. Los sentimientos de frustración, de anquilosamiento, de derrumbe moral son tan inminentes que la mayoría de las personas mayores, simplemente se dejan morir, porque jamás aprendieron qué hacer con sus años viejos.

En palabras de Betty Friedan, líder feminista de los años sesenta: “¿Por qué no considerar estos nuevos años de la vida en términos de continuados o nuevos roles en la sociedad, otra etapa en el crecimiento y desarrollo personal y aún espiritual?” (La Fuente de la Edad, 1993).

Qué bueno sería que, como psicólogos, pudiéramos aportar la convicción de que se puede aprender, trabajar, amar, desear, soñar, cuando somos viejos y, que no debemos albergar sentimientos de derrota sino de satisfacción y sabiduría. Contribuir a construir una cultura donde se permita la generatividad y la integralidad en las personas mayores, que una vez configurada, reportará sin duda múltiples beneficios a la sociedad.

Sistema del Individuo: Está determinado por la conducta, el aprendizaje, la experiencia, la motivación, la percepción y la cultura subjetiva de cada uno.

El proceso de envejecimiento obviamente ocasiona deterioro en algunas facultades físicas y mentales, pero más significativa resultan la actitud hacia la vejez, el estilo de vida adquirido previamente y la personalidad que se haya estructurado a través de los años, en cómo se vive o se sufre la última etapa de nuestro viaje.

El deterioro se observa en el ámbito de la percepción, algunas memorias y en la agilidad motora. A menos que se tenga alguna lesión orgánica, no hay compromiso de las facultades intelectuales. Realmente la motivación y la actitud marcan la diferencia entre un viejo y otro.

Sistema Interindividual: Sintetiza las pautas de comportamiento social e individual, tanto en la estructura familiar como a nivel institucional.

La mayoría de las personas mayores optan por dos alternativas de interacción social: a) el desapego y b) la actividad.

La Teoría del Desapego indica que ciertos adultos de la tercera edad se aíslan de su comunidad y sus familias y se dedican a esperar plácida o resignadamente el final del ciclo vital.

La Teoría de la Actividad, por el contrario, sostiene que ciertas personas mayores optan por la actividad como una forma de obtener satisfacción hasta el final.

La alternativa seleccionada redundará en mucho en la calidad de vida que podamos tener cuando envejezcamos, ya que la adaptación a la vejez no es un proceso generalizado sino que se compone de ajustes específicos y escalonados. Aunque los seres humanos atraviesan los mismos procesos psicológicos, la diferencia estriba en el aprendizaje cultural, las destrezas adquiridas para hacerle frente a los cambios, admitir los límites, asumir nuevos roles y valores de tal modo que la percepción que se tomen los demás del anciano, sea la de un adulto mayor competente.

Más allá de argumentar desde una estricta perspectiva de ética social, es preciso reiterar las enormes posibilidades que presenta la longevidad de la población en los países americanos. Para comprenderlo se hace necesario transformar las actitudes sociales.

Muy probablemente se necesitarán programas intergeneracionales que incluyan la participación de adultos mayores en la atención, dirección y educación de los niños (como los que ya existen en el Japón); en ayudar a los jóvenes y a las personas de edad mediana a que apoyen a quienes necesitan atención a largo plazo (como los programas existentes en Chile, perú y algunos países europeos), y en innumerables actividades que podrán definir nuestro sentido colectivo de bienestar.

Al aplicar los diferentes aspectos que sobre el envejecimiento hemos considerado en este artículo, es probable que podamos mantener bajos los costos de la atención de salud, legitimar nuevos papeles y funciones productivas para las personas mayores, incrementar el fondo de recursos humanos necesarios para el desarrollo económico y social, estimular la organización y el crecimiento de nuevos mercados y servicios, y satisfacer mejor las necesidades de todas las personas, independientemente de su edad.

Todos debemos trabajar conjuntamente para crear el potencial de una vida más larga. Siguiendo un curso informado, podemos crear un desarrollo social y económico positivo que convierta una vida más larga, saludable y activa en una mayor contribución que nos beneficie a todos.

Porque, como lo plantea Denise Edelmire, del Departamento de Salud Ocupacional de Jamaica: “La edad avanzada debe verse como un logro, no como una carga”.

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